Últimas noticias

Por Patricia Datchuck Sánchez. Traducido del National Catholic Reporter

"Interrumpimos nuestra programación habitual para informar de una noticia del máximo alcance". Alguna versión de esta familiar frase se ha convertido en la introducción rutinaria para informar al público de los acontecimientos mundiales. Cuando el anuncio de "últimas noticias" indica que un líder mundial hablará en breve, el ambiente puede cargarse.

En el proceso de crecimiento hacia la madurez humana, la mayoría de nosotros ha desarrollado un sentido de auténtica autoridad. Es así desde una edad temprana. Recuerdo cuando le decía a mi hermano pequeño que parase de jugar y se preparase para la cena. A menudo me replicaba hasta que mencionaba la autoridad de uno de mis padres. Tan pronto como oía "papá lo ha dicho" o "mamá lo ha dicho", decía adiós a sus amigos y venía corriendo.

Durante nuestros años estudiantiles, profesores y dirección escolar se convirtieron en las autoridades reconocidas. En nuestra vida de fe, es el sacerdote aquel cuya voz exige respeto. Ocasionalmente, en el curso del año litúrgico, puede llegar una carta del obispo, cuyas palabras llevan la autoridad de su cargo.

En el centro de trabajo, nuestro jefe o supervisor tiene la autoridad... y así podríamos seguir. Dondequiera que la gente participa voluntariamente en una organización de cualquier clase, aparece alguien que acepta la responsabilidad de dirigir a los otros y se convierte en autoridad reconocida.

Con estas ideas en mente, volvemos la mirada a los textos sagrados de hoy- y encontramos "últimas noticias". Escribiendo a finales del siglo VII a.C., el Deuteronomio acudió a la autoridad del último, gran líder del pueblo, Moisés, para prometer al pueblo de Judah que Dios les enviaría un profeta. El profeta que viniese debería ser atendido, porque sus palabras procederían de Dios.

Dado el débil clima político de su tiempo, la promesa del Deuteronomio fue probablemente una fuente de esperanza para su pueblo. Dios enviaría a alguien para guiarlo por el camino de la verdad, de la justicia y de la paz. 

En el Evangelio de hoy, Marcos toma especial cuidado en retratar a Jesús como aquel que habla y actúa
con autoridad. Pero la autoridad de Jesús no derivaba de ningún otro. A diferencia de los escribas, que se remitían a la Escritura o a famosos rabinos y reconocidos académicos, Jesús poseía autoridad por sí solo, por ser quien era.

De hecho, Marcos hace clara la identidad de Jesús a sus lectores desde el comienzo. En Marcos 1:1 leemos "Aquí comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Aunque los contemporáneos y discípulos de Jesús a menudo aparecen confusos sobre su identidad; y aunque la misma sólo es plenamente revelada en el Evangelio de Marcos al pie de la Cruz ("Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios", Marcos 15:39), Marcos permite a sus lectores incluyendo en su Evangelio pequeños spoilers sobre Jesús, Hijo de Dios.

La primera pista vino con el bautismo de Jesús. La siguiente se nos ofrece en la lectura del Evangelio de hoy, en la que Jesús es reconocido y aclamado como "el santo de Dios". Además de enseñar con autoridad, Jesús también obraba con autoridad, probando que Él, como Hijo de Dios, era más poderoso que cualquier espíritu inmundo.

Nosotros, que hemos sido llamados a seguir a Jesús, también estamos invitados a participar de su autoridad. Cuando hablamos y obramos y hacemos todas las cosas en Su nombre, la nuestra es una autoridad verdaderamente derivada de Él. Pero si invocamos esa autoridad falsamente para
procurarnos poder, riqueza o control sobre los demás, nuestra autoridad no es verdadera, ni refleja nuestra pertenencia a Jesús. ¿Pero cómo alcanzamos el equilibrio adecuado?

Tal vez deberíamos prestar atención a la gente  que se congregaba hace tanto tiempo en la sinagoga de Cafarnaún. Estaban abiertos a escuchar a Jesús. Reconocieron que les estaba ofreciendo "una nueva enseñanza con autoridad". Eran lo suficientemente simples y humildes para quedar impresionados- algunas traducciones dicen "embelesados". En su maravilla ante lo que habían visto y oído, también reconocieron el poder de Jesús sobre los espíritus malignos e inmundos. Y, tras el acontecimiento, hablaron sobre Jesús; se convirtieron en sus testigos a lo largo de Galilea.

Lo que la gente experimentó aquel día en Cafarnaún también está disponible para cada uno de nosotros. Cada vez que se proclama el Evangelio, son "últimas noticias" merecedoras de nuestra atención y respeto. Pero esas noticias también vienen con un reto incorporado. ¿Escucharemos y las dejaremos pasar o escucharemos, aprenderemos y seremos transformados por su poder, gracia y autoridad?

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