¿Qué necesita morir en ti para que Cristo pueda vivir?

Ciertas instituciones cristianas están temblando, tambaleándose y cayendo. Y esto es algo bueno. Crisis y oportunidad suelen ir unidas de la mano, y aquellos que abracen esta crisis tienen la oportunidad de producir un gran impacto. Libre del peso de burocracias y tradiciones estáticas, un nuevo estilo de vida puede emerger.

Ahora es el tiempo de realizar experimentos audaces en el discipulado cristiano. Estamos viviendo un momento muy interesante, un tiempo intermedio en el que el esqueleto del viejo orden todavía no se ha desmoronado completamente y los pequeños brotes del nuevo apenas se están levantando del suelo. Es un tiempo emocionante para vivir.

Es un momento amenazador, también. Nadie quiere morir, y ninguno de nosotros quiere ver que esa forma de religiosidad que nos ha llenado tanto se desvanezca en el próximo incendio. Preferiríamos seguir lanzando agua a la madera muerta que afrontar el caos y la falta de certeza que vendrían con aquella conflagración.

¿Pero qué pasa si damos la bienvenida a las llamas? En vez de intentar salvar el bosque como lo hemos conocido, ¿que tal si nos abrimos a la posibilidad de unos horizontes nuevamente clareados?

¿Cómo cambiarían nuestras vidas si pasamos a vernos como los instigadores de algo nuevo? En vez de la exhausta labor de conservación en la que muchos de nosotros estamos comprometidos, ¿qué pasa si dejamos de intentar apuntalar el viejo orden? Muchos grupos necesitarían ser reorganizados radicalmente. Alguna de nuestras actividades más apreciadas tendría que ser abandonada. Suena aterrador. ¡Suena divertido!

Miremos para atrás, a los movimientos que cambiaron el mundo. Sea el propio Jesucristo y los primeros cristianos, sea san Francisco de Asís, sea san Ignacio de Loyola, sea santa Teresa de Jesús- nos inspira la audacia de estos ahora míticos santos que lo arriesgaron todo por su fe. Una cosa que todos tenían en común es que aquellos que les trataron estaban convencidos de que el Espíritu debía triunfar sobre la letra.

Todo movimiento auténticamente apostólico está marcado por la santa locura. Cuando vivimos bajo el poder de Jesús, no podemos evitar meternos en problemas. Los primeros cristianos abandonaron sus costumbres, paganas o judías, que se interponían entre ellos y una experiencia más vívida de Dios. Fueron torturados, encarcelados y asesinados por retar activamente a los poderes de su tiempo.

Los santos rebeldes de todas las épocas han sembrado las semillas de una vida nueva,
subvirtiendo alegremente el status quo. Rompamos el suelo endurecido de tradición osificada y autoridad decadente. Arriesgamos nuestras vidas, nuestras fortunas, nuestras propias identidades para ser fieles a la novedad que Cristo está haciendo en medio de nosotros. Sabiendo que el camino de Jesús lleva a la persecución, abrazamos la vida del discipulado como la vía para expresar el amor que recibimos en Él.

Esta es una invitación. Tu y yo podemos ser parte de esta novedad que Dios está realizando. Participar en un movimiento que cambiará el rostro del mundo para las próximas generaciones. Elegir el lado de la nueva vida que se está gestando, allá en las raíces. Enfrentando la mala comprensión y la resistencia, incluso la hostilidad y el miedo, nos convertiremos en hijos de la luz.

¿Qué te parece? ¿Qué señales de esta nueva vida están germinando en tu casa, en tu barrio? ¿Qué oportunidades hay para ti en este tiempo de incerteza y transición? ¿Cómo necesitarías cambiar para ser fiel a la sorpresa de Dios que surge a la sombra del orden presente? ¿Qué necesita morir en ti para que Cristo pueda vivir?

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