Los cafés cristianos de China: una cucharada de Evangelio en cada taza

Recuerdo que cuando llegué a la Universidad de Wuhan, allá por septiembre de 2011, la oficina de estudiantes extranjeros invitó a una comitiva de la policía local para que nos informase a los recién llegados sobre lo que no nos convenía hacer como residentes en la República Popular de China.
Pero aunque aquel fue un encuentro especialmente dedicado a advertirnos sobre los riesgos del alcohol, las juergas, y las motos sin licencia (todas ellas causantes de numerosos disgustos), todavía resuena en mí memoria la insistencia con la que nos avisaron de la ilegalidad del proselitismo religioso.
Ahora bien, al contrario de lo que muchos piensan, el celo del gobierno chino sobre esta materia no solo responde a la hegemonía de un partido comunista sino también a la herencia milenaria del confucianismo, una corriente de pensamiento poco preocupada por el más allá, y no demasiado amiga de las religiones de salvación.
No obstante, una vez apagada la furia anti-religiosa provocada por la Revolución Cultural, y a partir de las reformas de apertura iniciadas en los 80, China se ha convertido en una especie de “tierra prometida” de las religiones más interesadas en aumentar su rebaño.
Y aunque el de Falun Gong es un ejemplo que todavía resuena por su espectacular crecimiento y su
controvertida persecución, el cristianismo parece haber encontrado vías mucho más sutiles y eficaces a la hora de burlar la normativa china y sumar adeptos en un país cuya población cristiana podría superar a la de Estados Unidos para el año 2030.
Pero hoy no voy a hablar de las misiones estadounidenses dedicadas a captar profesores dispuestos a extender la “buena nueva” mientras enseñan inglés en academias, institutos, y universidades chinas, sino a los cada vez más populares cafés que sirven como lugar de reunión y enseñanza del cristianismo.
Pues mientras abrir una iglesia supone hacer frente a una burocracia y normas diseñadas para limitar su proliferación, la normativa no parece decir nada acerca de abrir un negocio de restauración en el que se impartan “cursos” sobre la Biblia. Hecha la ley, hecha la trampa.
En la ciudad de Changchun (Noreste de China), muy cerca de donde vivo actualmente, hay un establecimiento de este tipo que resume muy bien algunas de las “soluciones” a las que ha llegado el cristianismo en su enésimo intento de conquistar China.
Se trata de un amplio establecimiento de dos plantas perteneciente a la cadena de cafés-librería “Cornerstone”, que nació en 2004 y ya cuenta con 5 locales en dos ciudades.
La primera planta cumple las funciones de atención al visitante y escaparate de productos, donde, además de un completo menú de cafés, bebidas (no alcohólicas) y platos de estilo chino y occidental, se ofrece un amplio abanico de parafernalia decorativa y libros, muchos de ellos de temática cristiana.
La segunda planta es donde los clientes se sientan a disfrutar de su taza, estudiar, ojear los libros y revistas a disposición, navegar por Internet, o conversar, aunque sin levantar la voz, ya que aquí, igual que en las iglesias, el bullicio no es bienvenido. De hecho, más allá de los carteles que nos invitan a mantener el sosiego, tanto la decoración como la música parecen haber sido elegidas para crear cierta atmósfera de relajación, recogimiento, o incluso sopor, según el ánimo del cliente y el nivel de cafeína de su consumición.
No obstante, para aquellos que quieran tener una experiencia cristiana, o aquellos que estén aburridos, solos, o sin planes para su tiempo de ocio, cada mesa cuenta con un letrero donde se anuncia una sugerente agenda de actividades que traduzco a continuación:
Lunes 7:00 – 8:00 PM: Salón de la Biblia en inglés (100 yuanes por persona y semestre)
Martes y Miércoles 6:30 – 7:45 PM: Rincón de inglés (60 yuanes por cuatro sesiones)
Sábado 10:30 – 12:00 AM: Curso de liderazgo en la Biblia (La comida se paga a medias)
Sábado 6:30 – 8:30 PM: Club del libro (Gratis)
Domingo 1:30 – 5:00 PM: Lectura del evangelio (Gratis)
Domingo 6:30 – 8:30 PM: Rincón del matrimonio y el amor (Gratis)
Como podéis comprobar, el café cumple prácticamente con las funciones que podría cumplir un centro religioso, y sin tener que pasar por el engorro de “regularizar” su actividad religiosa, aunque todo apunta a que, de momento, al Partido Comunista de China no le preocupan demasiado este tipo de lugares, y así seguirá siendo siempre y cuando no den pie a organizaciones de masas capaces de imponer sus demandas políticas, como ocurrió con  la innombrable Falun Gong.
Aun así, hace un tiempo no me pude aguantar la tentación de llevar al café a uno de mis colegas miembros del PCCh más afines a la línea oficial del Partido. Y aunque no tenía ni idea del plan que tocaba para ese día, resultó que se iba a celebrar uno de esos famosos “gospel” con cantos, guitarras, y toda la pesca.
Ciertamente, fue muy interesante comprobar su reacción ante aquellos compatriotas cantando al son de un profesor de inglés/músico/misionero, pues aunque podía haber hecho unas cuantas preguntas incómodas a los organizadores del evento, como buen sociólogo que es, prefirió observar y analizar con suma atención y una mente libre de prejuicios.
Es más, no fue hasta que salimos del café, y tras haberle preguntado yo al respecto, cuando expresó que todo aquello no le había hecho demasiada gracia. Sin embargo, tampoco se mostró inquieto por el asunto, ya que, según me explicó mientras íbamos de camino a un puesto de barbacoa, dentro de esta China heredera del confucianismo y del maoísmo, lo realmente sagrado sigue siendo el porvenir de la familia, una meta que no casa demasiado bien con el personalismo cristiano.
De ahí que muchos jóvenes chinos se acerquen al cristianismo de forma pasajera, y que lo hagan especialmente durante el “ocioso” paréntesis que para ellos supone la universidad, antes de casarse, tener descendencia, y entregarse a las arduas responsabilidades que ello implica en este país.
Además, a su modo de ver, los estudiantes chinos que participaban en las actividades del café, y que probablemente son contabilizados como creyentes por las organizaciones cristianas, podían perfectamente acudir a la iglesia que hay a 100 metros de distancia, pero deciden ir al café porque les ofrece una experiencia de relaciones y de consumo fresca, novedosa y no carente de cierto exotismo.
Y por último, pero no por ello menos importante, aunque es cierto que en Estados Unidos el compromiso hacia la ética y moral religiosas puede facilitar el acceso al crédito y a oportunidades de negocio, la Iglesia que más enchufes y dinero reparte en China sigue siendo aquella que fundó Mao Zedong, y en eso sí que no tiene competencia.
En resumen, la costumbre china de entender el mundo y la vida desde un punto de vista secular pesa mucho más de lo que a muchos misioneros les gustaría, y aunque su exótico café pueda atraer a multitud de ciudadanos ávidos de aires diferentes, en cuanto se les pasa la furia, todos vuelven al viejo y eficaz té, que además es más barato.
Por Javier Telletxea. Publicado en Historias de China

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