Responsabilidad cívica ante la riqueza social

Convivir y respetar forman parte de lo que he señalado como riqueza social. Si somos capaces de activar en nuestras vidas la convivencia y el respeto estaremos generando la cultura basada en el diálogo. Diálogo es lo que nos falta. Es suficiente observar a nuestro alrededor y percatarnos que no somos capaces de entendernos. Hay excesiva tensión y ésta conduce a la negación de todo aquello que nos dicen los demás. Perdemos la perspectiva humana de las relaciones y vemos en los otros más a enemigos a los que hay que aniquilar que personas con las que se puede construir un futuro más comprometido y más innovador.
La riqueza social necesita estar apoyada en la convivencia, el respeto, el compromiso y la innovación. Estos cuatro pilares generan la cultura del diálogo. Los ciudadanos tampoco somos ejemplo de diálogo desde estos cuatro pilares. Esto hace que siempre veamos en los demás culpabilidad, hacia los dirigentes políticos y económicos. Convertimos a muchas personas en fotografías a las que hay que romper. Los ciudadanos somos duros y exigentes con los demás, no razonamos y, por tanto, no analizamos las causas de los problemas con rigor. Si lo hiciéramos nos daríamos cuenta que nosotros también somos parte de los problemas generados.
Me van a permitir ustedes que escriba una cita del Papa Francisco en la reflexión que les propongo. Hago ésta porque él, teniendo como eje vertebrador el Evangelio, nos advierte de lo siguiente en la Evangelii Gaudium:
«El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos. Cuando algunas categorías de la razón y de las ciencias son acogidas en el anuncio del mensaje, esas mismas categorías se convierten en instrumento de evangelización; es el agua convertida en vino» (132).
«Un diálogo es mucho más que la comunicación de una verdad. Se realiza por el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de palabras. Es un bien que no consiste en cosas, sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo». (142)
Nos hallamos ante una visión de la vida que conduce a un compromiso que no podemos eludir. El Papa Francisco nos confronta con nosotros mismos y con todo aquello que nos rodea. Nos invita a razonar y establecer una comunicación que esté fundamenta en las personas, una comunicación que, ante todo, implique capacidad de escucha, en definitiva estar atentos a los demás.
Generar riqueza social es, desde el compromiso ciudadano, apostar por responsabilizarnos y por estar dispuestos a querer comprender a todos aquellos que son diferentes a mí. No sirve ni la descalificación ni el odio ni el rencor ni la revancha. Sirve, exclusivamente, el querer dialogar. Hay que dialogar sobre las nuevas posibilidades que ofrece la Economía Social de Mercado y la Economía del Bien Común. Ambas deben de marcar las relaciones que se generen en nuestra sociedad. La solución no está en aquellos partidos políticos que de forma exclusiva se están erigiendo en salvadores. La solución está en la capacidad de trabajar conjuntamente los ciudadanos, los políticos y  los empresarios. Políticos y Empresarios son ciudadanos; pero no todos los ciudadanos están llamados a ser políticos y empresarios. Los nuevos partidos políticos tienen que saber generar confianza y los ciudadanos tienen que asumir también su responsabilidad. Los empresarios deben emprender; pero deben hacerlo fomentando nuevos parámetros económicos, logrando que los ciudadanos puedan sentirse protagonistas de los proyectos empresariales. Son el capital humano que cualquier proyecto empresarial debe de salvaguardar y potenciar.
Riqueza social y convivencia. Potenciar el valor de la convivencia nos ayudaría a todos a construir una sociedad más justa y solidaria. Cuando los niveles de convivencia son altos los problemas los superamos entre todos. Nos sentimos motivados y somos capaces de entender que las soluciones deben estar alimentadas por un conjunto de propuestas diseñadas entre todas las partes que forman parte de la sociedad. Los ciudadanos somos, por tanto, sujetos activos de esa sociedad; nunca piezas estáticas que solo tienen que esperar las respuestas y soluciones. Los éxitos y fracasos forman parte de nuestra identidad ciudadana y somos responsables de los mismos.
Cristian Felber en su libro de Economía del Bien Común nos recuerda que «las personas se apartan de la humilladas de la competición y aterrizan destrozadas en el desempleo, se quedan sin hogar, caen presas de la depresión y la pobreza más absoluta… en diecisiete de los veintisiete Estados miembros de la Unión Europea se ha incrementado el paro juvenil por encima del 20 por ciento. La economía de mercado puramente capitalista…». Se está generando destrozo y falta de diálogo social. No hay espacio para la riqueza social y la convivencia.
Los ciudadanos debemos ser activos y creativos no podemos dejar todo en mano de los demás. Somos protagonistas de las soluciones y nunca debemos apartarnos de saber actuar desde la convivencia. Cuando la angustia atenaza la libertad de las personas perdemos nuestra capacidad de crear y activar ilusiones y esperanzas. Los sueños quedan relegados y éstos desaparecen de nuestro futuro. Se genera un gran vacío interior.
Estar vacíos es un gran problema y sobre este tema poco o casi nada hablamos. ¡Ojo! porque entonces somos vulnerables y somos fácil tierra de cultivo para propuestas radicales y extremistas. La riqueza social no es posible y la convivencia se marchita. Con la convivencia marchitada las personas podemos dirigir nuestras vidas hacia la falta de respeto. No tenemos capacidad de ver en los demás lo que son: personas.
El respeto tiene que ser el común denominador de las relaciones sociales. El respeto nos ayuda a crecer socialmente. Para respetar hay que creer en las personas. Cada persona es protagonista de la historia aportando soluciones. Cada uno de nosotros se convierte en un líder que, desde su propia realidad, busca construir y no destruir. Cuando la defensa se convierte en insulto a los demás se pierde el respeto.
Hoy nos hemos convertido en protagonistas de una falta de respeto a todo aquello que no responde a nuestras creencias y visión de la vida. Atacamos y destruimos. De esta forma muy poco podremos construir. Nos alejamos de la riqueza social e instauramos la fuerza y el dominio. Perdemos el valor de la democracia y fomentamos la violencia y los conflictos. La violencia vence a la razón.
La democracia no es entendible sin la existencia del respeto entre las personas. El respeto nos hace grandes y nos posibilita ser personas que, desde la libertad, saben descubrir los valores positivos que cada individuo lleva en su interior. No nos dejemos avasallar por quienes nos prometen y prometen soluciones, busquemos nosotros mismos ser protagonistas de las mismas, seamos propositivos y orientemos nuestras energías a invitar a todos los agentes sociales a construir un proyecto conjunto.
¿Saben ustedes por qué no hay respeto? Porque fomentamos la confrontación negativa entre nosotros mismos. ¿Piensan, de verdad, que la solución a nuestros problemas puede venir de aquellos que fomentan sus propuestas en la falta de respeto a los demás?
Yo les propongo que, para construir una sociedad con respeto y por ende la existencia de riqueza social, tengamos en cuenta las siguientes propuestas del libro Economía del Bien Común de Cristian Felber: 
a) Las reglas de la economía las hacen todos;
b) Todas las personas participan del bienestar económico pudiendo vivir una buena vida;
c) Puedan aportar su talento y sus habilidades;
d) El trabajo vuelve a proporcionar alegría y sentido;
e) Las relaciones interpersonales también en la economía dan buen resultado;
f) El valor propio de todos se conserva legítimo, porque la desigualdad estructural caduca y nadie puede ser más poderoso en relación a los demás.
La mayoría de las personas desean reglas que se basen en valores fundamentales consensuados: solidaridad, justicia, democracia, libertad –para todos–. Tanto más absurdo es que hayamos asentado leyes y obligaciones sobre valores no consensuados: codicia, avaricia y egoísmo».
Si realizamos el esfuerzo de meditar sobre estas palabras nos percataremos que el respeto es esencial para sostener una sociedad en democracia. Cuando los políticos se faltan al respeto perdemos los valores que sustentan la democracia y aparecen de manera sorpresiva redentores; pero tendríamos que hacernos una serie de preguntas:
  • ¿Dónde está nuestra participación activa, dinámica y constructiva para cambiar todo aquello negativo que pueda existir en nuestra sociedad?
  • ¿Por qué dejamos en manos de los  demás la búsqueda de soluciones?
  • ¿El respeto forma parte de mi vida?
Busco junto a ustedes, amables lectores, que nos impliquemos en la instauración de la riqueza social como eje vertebrador de las relaciones políticas, económicas y sociales; por esta razón les invito, además de responder a las preguntas anteriores, a intentar comprender lo que el Papa Francisco nos dice: «…se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto».
Por David López Royo. Publicado en El Correo de Andalucía (selección de fragmentos)

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