El ateo unidimensional

Por Jesús Martínez Gordo. Publicado en Religión Digital (extracto y adaptación)
La reciente confesión atea del científico británico Stephen Hawking ("no hay ningún Dios. Soy ateo") y la argumentación aducida para ello ("la religión cree en los milagros, PEROestos no son compatibles con la ciencia"), me lleva a reflexionar en voz alta sobre la consistencia de dicha fe atea.
Lo hago como creyente (y, concretamente, católico) que, a la vez que se siente cuestionado por ellas, tiene dificultades para reconocer su firmeza argumentativa y racional. Y, más concretamente, para acoger la unidimensionalidad (y limitación) de lo que entienden por conocimiento y saber, tanto Stephen Hawking como por sus compañeros DE VIAJE, los llamados "NUEVOSateos".
Qué decimos CUANDO decimos "Dios"
La gran mayoría de los que se auto-presentan como ateos en los últimos años dicen que solo tiene sentido aquello que PUEDEser controlado empíricamente (neopositivismo), es decir, lo que puede ser medido, cuantificado y predicho; no lo que puede ser argumentado como lógicamente consistentes y razonables. Y eso es así porque sólo existe una civilización: "la científico-técnica", acompañada de la de la "razón científica moderna" o "empírico-racional".
Todo lo que no se ajuste a este "dogma", es decir, todo lo que no pueda ser trasladado unívocamente al concepto y verificado empíricamente "no es" (por tanto, "no existe") y debe ser respetuosamente (o no, depende) arrojado al mundo del que procede: el mitológico, irracional o, en el mejor de los casos, meramente subjetivo. 
Esto es lo que sucede con el concepto de "Dios". Consecuentemente, todo lo que gira en torno a dicha noción está presidido por el oscurantismo, por el rechazo de "la tradición racionalista occidental" y por la eclosión de discursos incontrolables DESDE el punto de vista racional: "el silencio de Dios permite el palabrerío de sus ministros" (M. Onfray).
El teólogo, a diferencia de los llamados "NUEVOS ateos", sostiene que es posible conocer positiva o "científicamente" lo concreto y, a la vez, hablar "razonada" y "razonablemente" de aquello que, siendo diferente, sin embargo, se transparenta y anticipa en la "PARTE" como "la Realidad fundamental".
Para el teólogo, "Dios" también puede ser presentado o balbucido recurriendo a conceptos análogos o a circunloquios tales como el "Todo", el "Trascendente". Cualquier intento de definirlo unívocamente o de singularizarlo empíricamente está condenado -en NOMBRE de la racionalidad- al fracaso porque el "Todo" no puede ser encerrado en una definición ni reducido a una argumentación. 
Sin embargo, semejante reconocimiento no sume en la ignorancia,  ya que es posible hablar de lo que se transparenta y anticipa en la "parte" sin confundirse con ella. Si el saber científico o positivo se ocupa de lo concreto (en cuanto medible, pesable, cuantificable), el saber teológico se ocupa del "Todo" que se transparenta y anticipa en la "parte" (sin confundirse con ella) y que lo hace como "verdad", "belleza" y "bondad".
Por eso, lo normal es que científicos y teólogos reconozcan la existencia de un agnosticismo metodológico siempre que se pretenda hablar "científicamente": simple y lisamente, no es posible controlarlo, medirlo, pesarlo y reproducirlo como si fuera una "parte". En este sentido, Dios no se puede conocer. Y, a la vez, es normal que reconozcan como coherente un discurso complementario al anterior, razonado y razonable sobre el "Todo". Y eso es algo, al parecer, imposible tanto PARA Stephen Hawking como para los "nuevos ateos". Su dogmática concepción de la racionalidad (parcial y unilateral) se lo impide y parece cegarles.
A diferencia de ellos, entiendo que lo que Stephen Hawking y los "NUEVOS ateos" califican y denuncian despreciativamente COMO "palabrerío" (se entiende, teológico) muestra una falta de fineza metodológica PARA reconocer la procedencia y consistencia de un discurso que, como el teológico, está referido a una realidad que se anticipa (sin confundirse) en lo singular y que, a la vez, es capaz de iluminar y dotar de sentido la (mi) existencia.
La teología permite hablar (y conocer) "la Realidad que todo lo funda" y que se anticipa y transparenta en lo singular. Y lo HACE, fundado en una metodología que enriquece y complementa, a la vez, a la científico-positiva.
He aquí unos pocos brochazos a VUELA pluma.
La "fe" en la verdad final
Todo saber está presidido por la fe o la confianza en la existencia de una verdad final de la que es posible hablar a PARTIR de sus anticipaciones en el presente. Esta "fe" o confianza funciona (más allá de su existencia real o no) como el supuesto fundamental de todo conocimiento.
Se trata de una fe común a todos los mortales, siendo compartida también por los no creyentes: "el ateo (...) puede tener fe, pero una fe no religiosa, sino una confianza en alguien o en algo". Esa "fe" se manifiesta como confianza en la existencia del universo que perciben con sus sentidos y estudian mediante el método científico. . Lo normal es que los "nuevos ateos" tengan "fe" (como todos los mortales) en dicha verdad. 
Sin dicha "fe" son incompresibles el conocimiento y el progreso en el saber. Y gracias a ella es posible eludir los riesgos del relativismo ("nada es verdad ni mentira") y del escepticismo ("es inútil hablar de estos asuntos"), sin dejar de reconocer, por ello, el carácter histórico del conocimiento, que es una permanente aproximación a la verdad final a PARTIR de la fe o de la confianza en su existencia.
Como se puede constatar, esta primera consideración no TIENE nada que ver con el fundamentalismo neopositivista ("sólo es real lo empíricamente controlable y predecible") que acogota a la inmensa mayoría de los "NUEVOS ateos", incluído Stephen Hawking. A diferencia de lo que ellos sostienen, "existe" una verdad más buscada o confiada que realmente "verificada", más balbucida que reconducida o encerrada en el concepto y de la que, a pesar de ello, siempre es posible hablar y conocer.
La "fantasía creadora"
Pero también es propio de todo saber activar la "fantasía creadora" PARA imaginar cómo es posible representar dicha verdad de manera comprensible a todos los que están interesados en su búsqueda y conocimiento. Al proceder así, se está "dando razón" de ella.
Es un procedimiento, subjetivo en primera instancia, pero que se ACTIVA observando la realidad, contrastando las propias hipótesis con ella e imaginando cómo es posible comunicar la verdad percibida como anticipación de la final. Es así como se posibilita su comunicación. 
Obviamente, la "fantasía creadora" se apoya en la tradición, es decir, tiene presente los intentos fallidos o logrados de representar dicha verdad final en el curso del tiempo. Sin tradición no sólo estamos condenados a repetir los mismos errores, sino, también, a renunciar a todo el saber (incluido el teológico) acumulado a lo largo de la historia. Gracias a ella tenemos la suerte de ver un poco más lejos y aportar algo al inmenso filón del conocimiento humano.
La tradición, el saber acumulado por la humanidad, es la base del conocimiento y del progreso. Anclarse exclusivamente en ella es ceguera. Renunciar a ella es pura y simple estupidez. El recurso a ella permite superar la ESTERILIDAD (al no tener que estar empezando permanentemente de cero) y posibilita el progreso (al proponer nuevas formulaciones o representaciones que integran y van un poco más allá).
Las "hipótesis" falsables
Las hipótesis son representaciones en las que se propone una posible verdad final detrás de la realidad concreta. 
La consistencia de la hipótesis formulada la proporciona el contraste con la realidad y COMO resultado de ello, su capacidad para explicarla teóricamente. No se trata -como ingenuamente sostienen los "NUEVOS ateos"- de un contraste verificador (algo imposible de todo punto), sino falsador: la hipótesis formulada sigue siendo válida mientras no existan DATOS, lo suficientemente fuertes, para invalidar la hipótesis.
Si en un momento determinado, los datos revocaran la hipótesis propuesta, entonces habría que formular una nueva.
El carácter histórico de las hipótesis no impide reconocer su "definitividad" en medio de la provisionalidad: es un conocimiento "definitivo" mientras no sea falsado. He aquí una ajustada (y necesaria) articulación de historicidad "y" definitividad.
Nada que ver, una vez más, con la actitud fundamentalista del neopositivismo de los "nuevos ateos" y, con ellos, Stephen Hawking: sólo es verdadero lo que puede ser científicamente "verificable" a partir de la observación empírica. El sometiendo del "todo" al corséde lo que se ha de entender por verdad queda totalmente determinado por la "parte".
Razonabilidad y libertad
Lo propio de todo discurso teológico no es su demostración irrefutable (algo que se impone a la voluntad humana en NOMBRE de la racionalidad), sino su presentación como razonable y coherente. Siempre hay, por ello, un espacio PARA el ejercicio de la libertad y para la opción personal, algo imposible cuando aparecen o se buscan la evidencia o la demostración. Además, pretenderla es una extralimitación.
Y es así porque la fe no se impone (ni siquiera en nombre de una verdad supuestamente evidente o "científica"), sino que se propone. Por eso, se acepta o rechaza libremente, lo cual quiere decir que el equilibrio entre argumentos y PRESUPUESTOS (e, incluso, prejuicios) PUEDE presentar una cierta consistencia (nunca impositiva) que, frecuentemente, resulta decisiva, por más que a algún "nuevo ateo" le parezca que con este modo de razonar se enfatizan excesivamente las emociones y las necesidades vitales al precio de la razón (P. Flores d'Arcais). ¿Habrá que recordar que quien cree y se fía es una persona y no sólo una cabeza pensante o que, en todo caso, es una razón que, además, de pensar, disfruta, padece, intuye, apuesta y espera?
Frecuentemente, lo que determina el decantamiento a favor o en contra de la existencia de la Dios no suele ser tanto lo argumentado racionalmente, sino lo vivido y, en este sentido, experimentado. El discurso y la opción por o contra Dios están muy marcados por la trayectoria existencial, personal o colectiva; por la formación acogida libremente o autoritariamente impuesta; por los estímulos positivamente recibidos o padecidos; por las influencias disfrutadas o soportadas y combatidas, etc. Es más decisivo lo vivido que lo argumentado. Luego, viene el discurso, la argumentación, sin que ello suponga ignorancia alguna de que, frecuentemente, el debate ilumina y ayuda a comprender lo vivido y experimentado. 
Quizá, por eso, lo primero que habría que hacer es exponer la trayectoria vital, afectiva, formativa, etc. desde la que se rechaza, combate, repudia, acepta o asume la existencia de Dios. Y luego, proceder al debate argumentativo. Detrás de las personas hay experiencias, sufrimientos, gozo, alegrías, encontronazos, etc. Y, sobre todo, rostros y corazones concretos, con nombre y apellidos, con una trayectoria personal e intransferible que puede arrojar una luz clarificadora de la posición adoptada.
En cualquier caso, no está de más recordar la importancia (a veces, determinante) de los PRESUPUESTOS y, a la vez, el riesgo que les ronda de acabar convirtiéndose en prejuicios. Unos y otros, es decir, presupuestos y prejuicios, tienen un peso enorme (ya sea para bien o para mal) en el dialogo entre creyentes y no creyentes y cuando se aborda la relación entre razón y libertad. Y también en Stephen Hawking y en los "nuevos ateos".
Y tampoco está de más traer a colación la cautela de G. Bueno sobre el "fundamentalismo científico y aún el integrismo científico" como "una suerte de sustitutivo de la religión, incluso como una NUEVA religión" o sobre la relación entre religión y ciencia: un asunto que no hace más que confundir todo ya que "no cabe hablar de religión en general en el momento de analizar las relaciones de las religiones por las ciencias positivas; ni tampoco cabe hablar, sin confundirlo todo, de ciencia en general". 
La "anticipación" de Dios en Jesús
El diálogo con los "NUEVOS ateos" llevan a enfatizar que Jesús no sólo es la anticipación de la verdad, sino TAMBIÉN de la bondad y de la belleza final. 
Ello quiere decir que su pretensión de ser "la" verdad PUEDE (y debe) ser considerada como una hipótesis que ha de mostrar su consistencia asumiendo (e integrando) otras verdades que son relativas o, en todo caso, perfectamente integrables en "la" verdad que es Él. En esto consiste la pretensión de razonabilidad del cristianismo (W. Pannenberg).

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