Obedece mi voz

Como a la mayoría de la gente, a veces me cuesta encontrar un equilibrio entre los diversos aspectos de mi vida. Me mantengo ocupado con el trabajo, los amigos, la familia, el ministerio, las tareas domésticas, los hobbies y una serie de proyectos que encuentro en mi camino. La mayor parte del tiempo, me gusta vivir de esta manera. Es un verdadero empujón sentir que estoy consiguiendo mis logros.

Sin embargo, es imposible conservar el impulso hacia delante en todo momento. Cuando las cosas se empantanan, mi vida entera puede comenzar a resultar un poco claustrofóbica. Mi existencia comienza a ser sentida como si estuviese en un atasco.

En ocasiones como esas, comienzo a buscar maneras de simplificar, de dejar irse a todos los elementos no esenciales de mi vida. Busco maneras de estar verdaderamente presente en aquello que es más crítico, dejando caerse al resto. ¿Pero cómo puedo decidir cuáles de mis actividades son vitales y cuáles son opcionales?

Sentado en oración está mañana, meditando esta misma cuestión, fui guiado al siguiente pasaje del libro de Jeremías:

"Porque yo no hablé a vuestros padres, ni les ordené nada en cuanto a los holocaustos y sacrificios, el día que los saqué de la tierra de Egipto, sino que esto es lo que les mandé, diciendo: "Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien."

Como los judíos, yo he ideado toda clase de holocaustos y sacrificios para mantener el control de mi vida. Yo he desarrollado toda clase de tareas que hago por Dios, o al menos, por lo que percibo como el bien mayor. Al igual que el pueblo del antiguo Israel, marco mis propias prioridades sobre lo que debe ser hecho y entonces busco la bendición del Señor. A veces, ¡incluso me convenzo de que todo fue idea de Dios en primer lugar!

Pero el mandato esencial que Dios da es obedecer su voz y andar en el camino que Él envíe. Recibimos este mandamiento repetidamente a lo largo de la Ley y de los Profetas, y finalmente de Jesús mismo. Somos sus amigos si hacemos lo que Él nos dice. 

En esos momentos en los que mis proyectos y prioridades me agobian, apagando la semilla de Dios en mí, debo retornar a una postura de escucha. ¿Señor, qué me mandas? ¿Cómo puedo ser fiel a la vida que quieres para mí justo ahora? Mejor que intentar desarrollar mi propio programa, basado en la sabiduría humana, necesito el coraje para abdicar de mi propia agenda y seguir a Jesús. 

Esta renuncia es terrorífica, porque no sé dónde conduce esta senda. Ignoro a cuáles de mis preciosas ambiciones deberé renunciar. Irónicamente, mis sacrificios voluntarios pueden ser las cosas más duras a la hora de abandonarlas. 

¿Has experimentado este tipo de renuncia? ¿Cómo has sido llamado a cambiar tu vida? ¿Qué te parece abandonar tus holocaustos y sacrificios humanos, llevando en cambio una oferta de obediencia atenta?

Traducido de "The lamb´s war"

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