GENEALOGÍA DE JESÚS SEGÚN SAN MATEO

LA GENEALOGÍA DE JESÚS EN SAN MATEO.



La genealogía que Mateo colocó al comienzo de su Evangelio (1, 1-17) muestra a Jesús como ser humano entretejido en una historia humana con sus momentos altos y bajos y como fruto de un largo camino cuyo fin más profundo era dar origen a Jesucristo. Además, como genealogía de Abrahán, es una lección de la fidelidad de Dios: la promesa se cumple a través de todos los rodeos del itinerario histórico. Dios no olvida su promesa. No calla. Siegue siendo fiel a sí mismo y sabe abrirle camino a su fidelidad a través de todas las distorsiones que introduce el ser humano. Además, se trata también de una genealogía de David: los caracteres hebraicos con los que se escribe el número catorce son los mismos que se utilizan para escribir el nombre de David. Así, la genealogía es un evangelio del reinado de Cristo, una fanfarria real: ese hombre oculto, crucificado, es el verdadero rey, y toda la estructura de la historia está orientada hacia él.

Pero hay algo más que ha de ser considerado: esta genealogía menciona también a mujeres, a cuatro mujeres de la historia judía y, después, a María. Era algo totalmente tradicional el que en la historia de Israel se destacara a cuatro mujeres como las grandes madres ancestrales: Sara, Rebeca, Lea y Raquel, Pero Mateo no nombre a esas cuatro sino a otras, a cuatro mujeres afectadas por algún aspecto embarazoso, mujeres que lesionan la pureza de una genealogía y que, por tanto, eran consideradas como una mancha en la historia de Israel, cuatro mujeres que, por lo tanto, solían pasarse tácitamente por alto.

Por eso se ha afirmado que, en su genealogía, Mateo manifiesta claramente lo que él quería convertir en un silencioso hilo conductor de todo su Evangelio: que los últimos serán los primeros. Dios invierte los criterios de los hombres. Dios ha escogido lo débil. Más aún: como se trata en todos estos casos de mujeres pecadoras, su mención hace de la genealogía una genealogía de la gracia, que se hace cargo del pecador y se fundamenta en el perdón, no en la grandeza y los logros humanos.


(Joseph Ratzinger. La bendición de la Navidad:Meditaciones. Editorial Herder)

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