De Él nadie se tiene que sentir apartado
Seguimos en el primer capítulo de Marcos. Después de un enunciado
general, que resume su habitual manera de actuar, (fue predicando por
las sinagogas y expulsando demonios), nos narra la curación de un
leproso. El leproso no tiene nombre. Tampoco se habla de tiempo y lugar
determinados. Se advierte una falta total de lógica narrativa. Apenas ha
pasado un día de la predicación de Jesús y ya le conocen hasta los
leprosos que vivían en total aislamiento.
La primera lectura es suficientemente expresiva. La lepra era el
motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra, en la
antigüedad, no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más
bien se llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con
un aspecto más o menos repugnante. Tanto la lepra como las normas sobre
la enfermedad, no son originales del judaísmo. Esas normas nos parecen
hoy inhumanas, pero debían defenderse de una enfermedad que podía causar
estragos en una población.
Se trataba de salvaguardar la vida de la comunidad ante una
enfermedad contagiosa y mortal. Sin la garantía de que era Dios el que
lo mandaba, no hubiera tenido ningún efecto la prohibición. Por eso
todas las normas se presentaban como recibidas de Dios, aunque fueran
simplemente profilácticas. En una de las losas donde se encontró escrito
el Código de Hammurabi, lo primero que aparece es la figura del rey
recibiendo de Dios el escrito.
Se acercó, suplicándole de rodillas: Si quieres puedes limpiarme.
Esta actitud indica a la vez valentía, porque se atreve a trasgredir la
Ley, pero también el temor a ser rechazado, precisamente por eso. Se
puede descubrir una complicidad entre el leproso y Jesús. Los dos van
más allá de la Ley. Uno por necesidad imperiosa, el otro por convicción
profunda.
Sintiendo lástima. La devaluación del significado de
la palabra “amor” nos obliga a buscar un concepto más adecuado para
expresar esa realidad. En el NT, ‘compasivo’ se dice solo de Dios y de
Jesús. La acción de Dios manifestada a través de los sentimientos
humanos. La compasión era ya una de las cualidades de Dios en el AT.
Jesús la hace suya en toda su trayectoria. Es una demostración de que
para llegar a lo divino no hay que destruir lo humano. La compasión es
la forma más humana de manifestar el amor.
Le tocó. El significado del verbo griego aptw, no es
en primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este significado
nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no solo
le tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo.
Teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de la lepra, podemos
comprender el profundo significado del gesto, suficiente por sí mismo
para hacer patente la actitud vital de Jesús. No solo está por encima de
la Ley sino que asume el riesgo de contraer la lepra.
Quiero... La simplicidad del diálogo esconde una
riqueza de significados: Confianza total del leproso, y respuesta que no
defrauda. No le pide que le cure, sino que le limpie. Por tres veces se
repite el verbo kadarizw limpiar, verbo que significa también, liberar.
Nos está lanzando más allá de una simple curación. No solo desaparece
la enfermedad, sino que le restituye en su plena condición humana: Le
devuelve su condición social, y su integración religiosa. Vuelve a
sentir la amistad de Dios, que era el valor supremo para todo buen
judío.
Lo echó fuera… y cuando salió… La segunda parte del
relato es de una gran importancia. Se supone que estaban en un lugar
apartado del pueblo, sin embargo el texto griego dice literalmente: lo
expulsó fuera, y del leproso dice: cuando salió. Una vez más nos está
empujando a una comprensión espiritual. Jesús no quiere que continúe
junto a él y lo despide inmediatamente; eso sí, con el encargo de no
contarlo y de presentarse ante el sacerdote. Una vez más, manifiesta Marcos
el peligro de que las acciones de Jesús en favor del marginado fueran
mal interpretadas.
¡Qué curioso! Jesús acaba de saltarse la Ley a la torera, pero exige
al leproso que cumpla lo mandado por Moisés. Hay que estar muy atento
para descubrir el significado. Jesús no está nunca contra la Ley, sino
contra las injusticias y tropelías que se cometían en nombre de la Ley.
Él mismo tuvo que defenderse: “no he venido a abolir la Ley, sino a
darle plenitud”. Jesús se salta la Ley cuando le impide estar a favor
del hombre. Presentarse al sacerdote era el único modo que tenía el
leproso de recuperar su estatus social.
El evangelio nos dice que las consecuencias de la proclamación del
hecho fueron nefastas para Jesús. Si había tocado a un leproso, Él mismo
se había convertido en apestado. Y no podía ya entrar abiertamente en
ningún pueblo. Las consecuencias de la divulgación del hecho podían
también ser nefastas para el leproso. Era el sacerdote el único que
podía declarar puro al contagiado. Los sacerdotes podían ponerle
dificultades si tenían conocimiento de cómo se había producido la
curación.
La lepra producía exclusión porque la sociedad era incapaz de
protegerse de ella por otros medios. Hoy la sociedad sigue creando
marginación por la misma razón, no encuentra los cauces adecuados para
superar los peligros que algunas conductas sociales suponen para los
instalados. No somos todavía capaces de hacer frente a esos peligros con
actitudes humanas. A veces se toman medidas para aliviar la situación
de los marginados pero teniendo mucho cuidado de no cambiar la situación
que supondría perder privilegios.
No creo que haya uno solo de nosotros que no se haya sentido leproso y
excluido por Dios. El pecado es la lepra del espíritu, que es mucho más
dañina que la del cuerpo. Es un contrasentido que, en nombre de Dios,
nos hayan separado de Dios. El evangelio de Jesús, es sobre todo buena
noticia. El Dios de Jesús es Padre porque es Ágape. De Él, nadie se
tiene que sentir apartado. La experiencia de ser aceptado por Dios es el
primer paso para no excluir a los demás. Pero si partimos de la idea de
un Dios que excluye, encontraremos mil razones para excluir en su
nombre. Es lo que hoy seguimos haciendo.
Seguimos aferrados a la idea de que la impureza se contagia, pero el
evangelio nos está diciendo que la pureza, el amor la libertad la salud,
la alegría de vivir, también pueden contagiarse. Este paso tendríamos
que dar si de verdad somos cristianos. Seguimos justificando demasiados
casos de marginación bajo pretexto de permanecer puros. ¡Cuántas leyes
deberíamos saltarnos hoy para ayudar a todos los marginados a
reintegrarse en la sociedad y permitirles volver a sentirse seres
humanos!
Por José Luis Sicré. Publicado en Fe Adulta
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