Veremos morir a millones de personas

A medida que las crisis humanitarias se han intensificado en todo el mundo en 2025, la ayuda exterior ha disminuido.

Los mayores recortes se han producido en Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump redujo drásticamente el gasto del país en ayuda internacional y clausuró la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Estados Unidos era la principal fuente mundial de ayuda exterior y un financiador clave de organizaciones de desarrollo como Catholic Relief Services, el grupo de ayuda internacional de los obispos estadounidenses y la delegación del país en Caritas Internationalis, la red mundial de ayuda y desarrollo de la Iglesia y la segunda red de ayuda humanitaria más grande del mundo. Opera en más de 200 países y territorios.

Pero Estados Unidos no fue el único país en recortar la financiación para el desarrollo internacional.


Los gobiernos del Reino Unido, Alemania, los Países Bajos y Francia también han reducido la ayuda en los últimos años, aunque en menor medida. En general, la financiación mundial para el desarrollo se encamina a una caída hasta los 161.000 millones de dólares en 2026, desde un máximo de 223.000 millones en 2023, según un informe de septiembre de la Red de Financiadores de Derechos Humanos.

«Hablo de que la época dorada de la ayuda ha terminado», declaró Alistair Dutton, secretario general de Cáritas, al National Catholic Reporter en octubre, durante la conferencia «Raising Hope for Climate Justice» celebrada a las afueras de Roma. «No vamos a ver que ese dinero regrese».

La reducción de la ayuda exterior tiene graves repercusiones para las personas que sufren la guerra y el hambre, así como para quienes se encuentran en primera línea ante los desastres meteorológicos agravados por el cambio climático.

Un informe de las Naciones Unidas publicado a finales de octubre concluyó que es probable que los gobiernos no alcancen su objetivo de duplicar, para 2025, la financiación pública, hasta los 40 000 millones de dólares, destinada a ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los impactos climáticos, como tormentas e inundaciones más extremas, olas de calor y sequías más prolongadas y el aumento del nivel del mar. El informe citó la disminución de la ayuda internacional en Estados Unidos y otros países. Mientras tanto, se estima que tan solo los costos de la adaptación al cambio climático alcanzarán los 365 000 millones de dólares anuales para 2035.

El estado de la financiación internacional para el clima —tanto para la adaptación como para la mitigación y la compensación por pérdidas y daños— será un tema central durante la COP30, la conferencia de la ONU sobre el clima, que se celebrará en Belém, Brasil, del 10 al 21 de noviembre.

Para Cáritas y sus filiales en los países, la situación plantea el difícil reto de encontrar nuevas formas de ayudar a las comunidades más pobres del mundo, mientras las amenazas del cambio climático aumentan y la financiación disminuye. Esto tiene repercusiones reales, afirmó Dutton, no solo en los proyectos, la ayuda y las intervenciones que Cáritas puede ofrecer, sino también en las vidas humanas y los medios de subsistencia.

"Veremos morir a millones de personas como consecuencia de estos recortes", declaró, reiterando comentarios que hizo a principios de año. "Pérdida de atención médica, pérdida de servicios básicos, pérdida de agua potable, pérdida de la agricultura y, por lo tanto, de los cultivos para alimentar a sus familias".

"El daño que se está causando tendrá consecuencias a muy largo plazo".

Esta entrevista ha sido editada por motivos de extensión y claridad.

EarthBeat: Bajo la administración Trump, Estados Unidos recortó significativamente el gasto en ayuda exterior, lo que ha afectado gravemente a Catholic Relief Services, incluidas sus iniciativas climáticas y ambientales. ¿Ha afectado la pérdida de la ayuda exterior estadounidense a otras partes de la red de Cáritas?

Dutton: Sí, por supuesto. Pero no se trata solo de la ayuda exterior estadounidense.

El mayor gasto en sistemas de desarrollo internacional se registró en 2023, con 223 mil millones de dólares. Este año ya se han cancelado 80 mil millones de dólares, de los cuales el 75% corresponde a recortes en la ayuda estadounidense, mientras que el 25% restante proviene [principalmente] de gobiernos europeos. Y estamos viendo cómo esto perjudica terriblemente a las personas más pobres.

He hecho otras declaraciones, y veremos morir a millones de personas como consecuencia de estos recortes. Pérdida de atención médica, pérdida de servicios básicos, pérdida de agua potable, pérdida de la agricultura y, por lo tanto, de los cultivos para alimentar a sus familias.

Así que lo veremos a nivel macro dentro de nuestros miembros de Cáritas. CRS es obviamente nuestro miembro internacional más grande, y por lo tanto se ha visto muy afectado por la pérdida de fondos. Pero los miembros en América Latina también perdieron financiación directa de USAID y están sufriendo terriblemente por los recortes directos en sus ingresos, que ya no provienen de Catholic Relief Services.

Además, en los proyectos que USAID financiaba a través del sistema de la ONU, la semana después del anuncio en enero, Cáritas Bangladesh tuvo que suspender todos sus servicios en los campamentos rohingya y despedir a 450 empleados que brindaban refugio, alimentos y diversos tipos de atención en esos campamentos de refugiados. Y estamos viendo lo mismo en campamentos de refugiados en Líbano, Siria y Jordania. Así que lo estamos viendo en todo el mundo.

Y la dificultad radica en que lo primero que se ve es solo la punta del iceberg, y en cuanto a las muertes a largo plazo, los retrocesos en los avances del desarrollo, la pérdida de sistemas de salud y de ganancias agrícolas, veremos a cientos de millones de personas sufriendo gravemente como resultado de esto y a millones muriendo.

¿Cómo está respondiendo Caritas a esta reducción de fondos, ya sea de Estados Unidos o de otros gobiernos nacionales?

Creo que lo primero que se hace es redoblar esfuerzos e intentar maximizar los ingresos disponibles. Pero, sinceramente, con la cantidad de dinero que ha desaparecido, no vamos a poder reemplazarlo. Por eso digo que la época dorada de la ayuda ha terminado. No vamos a ver que ese dinero regrese.

Para la Iglesia Católica, Caritas seguirá presente en todos los países donde opera, y es absolutamente fundamental para la misión de la Iglesia y el trabajo de cada una de las conferencias episcopales. Nosotros, Caritas, seguiremos presentes, pero veremos una disminución considerable en los flujos internacionales de ayuda financiera, por lo que tendremos menos recursos disponibles. Así que creo que probablemente estemos entrando en una época de solidaridad, en lugar de aquella época dorada donde la ayuda era abundante.

No parece haber expectativas de que los niveles de ayuda internacional aumenten o se recuperen si se eligen nuevos líderes en los próximos dos, cuatro o seis años.

Actualmente, hay algunos países que destacan por mantener o incluso aumentar su gasto en ayuda, lo cual es excelente. Pero la cantidad que se está recortando, una vez que ese dinero se ha reasignado al gobierno, hace que volver a ponerlo a disposición del público sea sumamente difícil.

Así que, si hubiera un cambio de gobierno en Estados Unidos o en muchos países europeos, no sería tan sencillo como simplemente reactivar la ayuda. El dinero se habría destinado a otros fines o se habría devuelto en forma de reducciones de impuestos, y luego habría que convencer a la población de que tiene que pagar más impuestos. Sabemos lo difícil que es ese debate. Por lo tanto, el daño que se está causando tendrá consecuencias a muy largo plazo.

Sabemos que actualmente hay varios países que pierden cada año más en pérdidas y daños por emergencias climáticas de lo que jamás recibieron en ayuda. A esto se suman los daños causados ​​por las crisis climáticas, los recortes en la ayuda y los aranceles impuestos.

Además, muchos países se encuentran en una situación de sobreendeudamiento o al borde de la misma. Aproximadamente 60 países habían pagado 33 mil millones de dólares en pagos de deuda en 2021, pero solo habían recibido 20 mil millones en financiación climática. La cantidad de dinero que deben destinar al servicio de su deuda nacional es absolutamente abrumadora, y gastan más en deuda de lo que pueden invertir en salud, carreteras, infraestructura, educación; en definitiva, en todos esos aspectos fundamentales para el desarrollo de los países.

Por eso, este año Caritas, junto con el Papa León XIV, impulsa una campaña para transformar la deuda en esperanza y cómo colaborar con el sistema internacional para reformular la deuda de manera que beneficie a los países más pobres y no los sacrifique a la codicia de los ricos y poderosos.

¿Han mostrado los países apertura a algún tipo de alivio de la deuda, posiblemente vinculado a compromisos ambientales, como han instado el Papa Francisco y el Papa León XIV en el marco de este Año Jubilar?

Depende de lo que entendamos por alivio de la deuda, creo. Y ahora es un debate mucho más complejo que en el Jubileo de principios del milenio, cuando hablábamos de la cancelación de la deuda.

Debemos tener en cuenta que si se cancela la deuda, uno se convierte en un mal deudor, por lo que no puede volver a endeudarse, lo que perjudica a los países a largo plazo. Estamos participando mucho más en conversaciones sobre cómo reestructurar la deuda, cómo analizar los tipos de interés que se pagan, cómo considerar los canjes de deuda o diferentes formas de utilizarla. El «cómo» de cómo lo hacemos es muy diferente. Se está hablando mucho sobre eso.

Una diferencia importante esta vez es que la mayor parte de la deuda nacional está en manos de prestamistas privados, no de los estados. En el año 2000, eran los estados quienes condonaban la deuda. Ahora son los prestamistas privados quienes no cuentan con los mismos mecanismos para convocarlos, y estamos trabajando arduamente para lograr una legislación que los obligue a cumplir las mismas condiciones que los prestamistas estatales.

Por Brian Roewe. Traducido del National Catholic Reporter

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