El Reino pertenece al presente

1. De las ruinas de Jarkov al paraíso (Isaías 11,1-10)

El domingo pasado, la primera lectura nos situaba en un mundo utópico sin guerras ni carrera de armamentos. Este domingo, nos habla de la utopía de la paz universal, simbolizada por la vuelta al paraíso. El poema de Isaías podemos leerlo como un tríptico.

La primera tabla ofrece un paisaje desolador, parecido al de las ruinas de Ucrania. En este caso, el territorio de Judá, un bosque arrasado y quemado después de la invasión y la guerra. Pero en medio de esa desolación, en primer plano, hay un tronco del que brota un vástago: el tronco es Jesé, el padre de David; el vástago, un rey semejante al gran rey judío.

En la segunda tabla, como en un cuento maravilloso, el vástago vegetal adquiere forma humana y se convierte en rey, y sobre él vienen todos los dones del Espíritu de Dios y todos los pone al servicio de la administración de la justicia. El enemigo no es ahora una potencia invasora. Lo que disturba al pueblo de Dios es la presencia de malvados y violentos, opresores de los pobres y desamparados. El rey dedicará todo su esfuerzo a la superación de estas injusticias.

La tercera tabla da por supuesto que el rey tendrá éxito, consiguiendo reimplantar en la tierra una


situación paradisíaca
, que se describe uniendo parejas de animales fuertes y débiles (lobo-cordero, pantera-cabrito, novillo-león) en los que desaparece toda agresividad, y todos los animales aceptan una modesta dieta vegetariana («el león comerá paja con el buey») como proponía el ideal de Gn 1,30. Como símbolo admirable de la unión y concordia entre todos, aparece un pastor infantil de lobos, panteras y leones, además de ese niño que introduce la mano en el escondite de la serpiente. El miedo, la violencia, desaparecen de la tierra. Y todo ello gracias a que «está lleno el país del conocimiento del Señor». Ya no habrá que anhelar, como en el antiguo paraíso, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Hay una ciencia más profunda, el conocimiento de Dios, y ésa no queda recluida dentro de unos límites prohibidos, sino que inunda la tierra como las aguas inundan el mar.

Esta esperanza del paraíso no se ha hecho todavía realidad. Pero el Adviento nos anima a mantener la esperanza y hacer lo posible por remediar la situación de injusticia.

Por José Luis Sicré. Publicado en Fe Adulta

2. El presente del Reino (Mateo 3,1-12)

¿Qué entendería Juan el bautista por “reino de los cielos (Mt 3,1-12)? ¿Cuáles eran sus expectativas? ¿Qué significa que el reino se avecina, que está cerca? Por varios textos que vienen más adelante en la narración mateana, queda claro que Juan no sabía exactamente a qué se refería y que incluso pondrá en duda si Jesús es el mesías o si hay que esperar a otro (Mt 11,3-8). A pesar de esta poca claridad respecto a ello, su misión es preparar el camino para aquello que espera pero que no conoce exactamente cuál será la forma de su realización.

Como otros ascetas de su tiempo, Juan llama a la conversión. Juan bautiza con agua; recibe la confesión de los pecados; acoge a muchos fariseos y saduceos; advierte con rigor a quienes se confían en ser exteriormente practicantes porque viven de falsas ilusiones. Y anuncia varias novedades.

· La primera es la cercanía y proximidad del reino. El futuro anhelado se vuelve presente. El tiempo cobra nuevos significados y el presente se llena de contenido, de esperanza y de urgencia. No hay que esperar más.

· La segunda es que este reino no es solo para los “hijos de Abraham” porque “Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras”. De hecho, todo el cosmos, en la representación de las piedras, puede entrar en la categoría de “hijos de Abraham”, porque Dios puede hacer de toda la creación hijos Suyos, miembros de la larga tradición de un Israel que abre sus barreas y sus límites.

· La tercera es que el reino viene con una persona, y que esta persona, de gran importancia, irá acompañada del Espíritu Santo. En boca del bautista no se nombra directamente a Jesús, sino que lo deja como incógnita, e insiste en el protagonismo del Espíritu y su obra.

· La cuarta, planteada desde la metáfora del trigo, es que hará justicia y reunirá a todos los dispersos.

El anuncio de Juan se centra entonces en el reino, que pertenece al presente, a la actualidad. Un reino que incluye a cada uno y al cosmos entero y un reino decisivo y radical, sin medias tintas y exigente.

En nuestro hoy, el anuncio resuena otra vez con la misma urgencia, con la misma comprensión de un presente dilatado que acoge la venida poderosa de este hombre-dios lleno del Espíritu. La religiosidad sin conversión no es una opción. Esperar para más adelante tampoco. Posiblemente, como Juan, no conozcamos la forma concreta que adquiere este reino, pero tenemos la certeza de que se dilata en medio nuestro de manera inexorable.

Por Paula Depalma. Publicado en Fe Adulta

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