La respuesta está en tus manos

En este jueves del tiempo pascual la alegría de la Resurrección y la esperanza que trae se ven desafiadas y atemperadas por las terribles guerras de las que continuamos siendo testigos alrededor del mundo.

De Myanmar a Yemen, de Sudán a, ahora, Ucrania, estamos en, como la ha llamado el papa Francisco, una "Pascua de guerra". La guerra brutal y el ataque a civiles indefensos por Putin en mi hogar ancestral de Ucrania han ensombrecido para mi la alegría de la Pascua y la esperanza de la Resurrección.

Sin embargo, como católicos, cristianos, judíos, musulmanes, se nos llama a realizar acciones y no esconder nuestras manos. Hay mucho por hacer. En Ucrania y más allá de sus fronteras hay millones necesitados de nuestro amor, nuestra compasión y nuestros recursos. ¿Cómo podemos mirar el descorazonador dolor de los refugiados? Ver su angustia personal es casi insoportable. Escucho a la gente decir "Ya no veo nunca las noticias".

Pero debemos ver. Y debemos actuar sobre lo que "vemos". Los países vecinos de Ucrania han abierto sus brazos a los refugiados ucranianos -para darles un hogar, para alimentarles, para consolarles-. Esperemos que en el futuro esta acogida se extienda a todos, sin importar su raza, su religión o su etnia. ¿No es eso lo que se nos ha enseñado a hacer con todos los migrantes, refugiados, buscadores de asilo?

En semanas, nuestra frontera sur también verá llegar un gran número de refugiados y buscadores de asilo. Las Misioneras de Jesús y sus voluntarios tendrán sus manos llenas. Levantemos nuestras voces y abramos nuestros bolsillos para apoyar a esos refugiados y a quienes les proporcionan ayuda en primera línea.

Hay un antiguo cuento de Oriente Medio que se aplica a nosotros hoy. Es la historia de un hombre sabio que podía contestar cualquier cuestión de la vida. Un día un joven decidió utilizar una triquiñuela para burlarse de él.

"Capturaré un pájaro", les dijo a sus amigos, "le apretaré entre mis manos y preguntaré si está muerto o vivo. Si el viejo responde "muerto", le dejaré volar. Si responde "vivo", le espachurraré antes de abrir mis manos".


Con el pájaro en sus manos, aquel joven acudió al anciano y le preguntó: "¿Está el pájaro que tengo entre mis manos vivo o muerto?".

"La respuesta", replicó aquel sabio, "está en tus manos".

Comprometámonos a utilizar nuestra influencia como un reflejo de luz por un mundo más pacífico y justo. Amén.

Por David Bonior. Traducido del National Catholic Reporter

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