Contemplando las estrellas

¿Te has preguntado alguna vez por qué la noche es oscura? Hay una respuesta muy poética a dicha cuestión. La noche es oscura para que las estrellas puedan brillar. Precisamente en verano, cuando el calor aprieta, disfrutar de una noche estrellada es un plan magnífico. Ahí arriba se pueden contemplar miles de estrellas similares a nuestro Sol. ¡Imagínate la inmensidad! Los científicos calculan que en el universo hay miles y miles de millones de estrellas.
Yo, desde aquí, te invito a que busques a Dios en el cielo. Si observas el firmamento con atención, sentirás su magnitud. Sentirás la grandeza de la creación; podrás sumergirte en ese inmenso universo. ¡Cuánto nos ama Dios para haber creado un universo así! Y cuando mires hacia arriba, no apuntes a la oscuridad, sino a las estrellas. Déjate guiar por su luz. Mira con los ojos, pero sobre todo con el corazón. Busca la belleza del firmamento. Si la noche se torna oscura, no te preocupes, es el momento de confiar, de creer; las estrellas se ven, pero, sobre todo, se sienten en el alma. Recuerda que tras la tempestad siempre viene la calma.
Ojalá que escuchando el silencio puedas oír cómo Él te susurra que te ama. Ojalá que calculando las distancias del Universo, descubras la grandeza de la vida. Te darás cuenta de que las estrellas señalan a Dios y que Dios, al mismo tiempo, nos ha convertido en Sus estrellas: somos rutilantes puntos de luz, destinados a brillar como padres, como hijos, como hermanos, como amigos y, sobre todo, como cristianos. La única diferencia entre tú y una estrella es que tú brillas abajo y ella brilla arriba. Puede que desde abajo, en la oscuridad, nuestro brillo individual te parezca insignificante. Una hermosa lección de humildad para todos. Pero si sumamos cada uno de esos miles y millones de puntos diminutos de luz, podremos imaginar cómo será el firmamento y su inmensidad.
Qué maravilloso debió ser el momento, reflejado en el libro del Génesis, en que Dios se dirigió a Abraham, que no podía tener descendencia, y le mostró las estrellas del firmamento al tiempo que le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas» y añadió: «Así será tu descendencia» (Gén 15,5). Y esa inmensa descendencia, que ha llegado hasta nuestros días, ha confirmado que Dios cumple sus promesas.
Al igual que hicieron los Magos, sigamos siempre la estrella que nos guía a Dios. El papa Francisco nos dice: «Esta luz verdadera es la luz del Señor. Siguiéndola, tendremos alegría» (Catequesis del papa Francisco del 6 de enero de 2017).
Queridos hermanos, contemplar las estrellas nos ayuda a sentir el amor infinito de Dios, pero también nos ayuda a entrar en lo más profundo de nuestro corazón. Es un viaje para conectar con el alma. Es rezar. Es impregnarse de fe. Es meditar. Es dejarse acariciar por la bondad. Es trascender. Es confiar. Es descubrir que, en una noche de verano, el sueño de acercarnos más a Dios puede hacerse realidad.
Card. Juan José Omella, arzobispo de Barcelona

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