Levántate con fuego, pero después reza sin quebrar la caña cascada

"El pueblo aguardaba con expectación". Así describió Lucas la emoción en torno a Juan Bautista. ¿Cuándo experimentamos tales emociones públicas? ¿No parece más fácil reunirse alrededor de algo negativo que de algo positivo? La condena no exige el compromiso requerido por el apoyo. Por eso, a menudo evitamos mostrar entusiasmo público por personas o eventos más significativos que los deportes.

Juan el Bautista apareció en escena como una combinación de los Rolling Stones, Bernie Sanders y Juana de Arco.

Como los Rolling Stones, Juan el Bautista atrajo a las multitudes que amaban escucharlo, disfrutaban de su apariencia poco convencional y saboreaba cabalgando la ola de entusiasmo creada por las masas que acudían a sus actos. Como Bernie, Juan generaba esperanza, nuevas visiones y lealtad tanto desde la multitud "común" como desde las personas en los márgenes. Como Juana de Arco, denunciaba el mal y exponía la cobardía de las autoridades de su tiempo -y ambos entregaron la vida por ello-.

Pero Juan afirmaba no ser nada más que el telonero del Misterioso que estaba por venir.

Desde el comienzo, Jesús vino como alguien radicalmente diferente a Juan. En nada se parecía a una estrella del escenario y rara vez predicó fuego y azufre. De hecho, según el Evangelio de Juan, cuando el Bautista señaló a sus discípulos quien era Jesús, en lugar de llamarle león, le consideró el "cordero de Dios".

Con Juan como aperitivo, la gente debia estar esperando un espectacular plato principal. Pero nuestras lecturas nos presentan a Jesús en una luz humilde. Lucas apenas puede admitir que Jesús se unió a las multitudes que se sumergían en el mensaje de Juan y que eran bautizadas por este.

Cuando Juan fue arrestado, Jesús fue a rezar. Su oración no le condujo a tomar el manto de Juan, ni a ser un profeta feroz como Jeremías, que construía, destruía, derribaba y derrocaba. Por medio de la oración, Jesús discernió Su llamada a ser el sirviente Hijo de Dios, a establecer la justicia tan amablemente que no quebraría una caña cascada, mucho menos chillaría por las calles.

Como señala Gaudium et Spes, "Actuó con voluntad humana, y con corazón humano amó". Como nosotros, tenía que buscar la voluntad de Dios en Su vida y decidir cómo vivir Su vocación. No tenía un guión, sino las Escrituras; no tenía más guía que el amor de Dios.

Cuando contemplamos a Jesús en el tiempo de Su bautismo, sorprendentemente es más accesible y fácil de imitar que Juan el Bautista. Juan parecía moverse sin dudas ni meditaciones. El Evangelio no nos dice nada sobre su oración. En cambio, vemos que Jesús sigue un ritmo de acción y reflexión, además de predicar e incluso permitir que personas como Su madre y la mujer sirofenicia enmienden el curso de su acción.

Los evangelistas nos dicen que tomaba tiempo para rezar y que, solo, se iba a entrar en comunión con Dios durante largos períodos antes de los acontecimientos clave de Su vida. Aunque Jesús acudió a Juan para bautizarse, Su compromiso y acción procedían de Sus encuentros de oración con el Padre.

Jesús era el modelo del ideal de Ignacio de Loyola de un contemplativo en acción. Rezaba sobre
cómo actuar y actuaba en función de lo que había escuchado en la oración.

¿Qué podemos sacar de la celebración hoy del Bautismo del Señor? En primer lugar, podemos celebrar el hecho de que el bautismo nos une a Cristo y a todos los que nos han precedido en la fe. En un tiempo en el que los papeles legales se han convertido en tan importantes para determinar el estatus, podemos reclamar nuestro certificado de bautismo como nuestra principal tarjeta de identidad. Nos dice a quién pertenecemos y a qué estamos llamados.

La respuesta de Jesús a Su bautismo nos recuerda que la ceremonia es un breve momento, cuyo significado se determina por lo que vivamos después. Observándole, nos damos cuenta de que el bautismo no nos da un estatus sino una misión. Para discernir esa misión, hemos de rezar y escuchar las Escrituras.

Dios seguirá enviándonos personajes vibrantes como Juan para recordarnos el fuego del Espíritu. Cuando esos profetas nos hayan levantado, estaremos llamados a rezar como lo hizo Jesús. Entonces, como Jesús, el primer mensaje que escucharemos es que también somos llamados por Dios. Ese amor nos enviará a la misión que solo podemos cumplir en nuestro propio día.

Por Mary Mc Glone. Traducido del National Catholic Reporter

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