El perdón es la mayor arma que existe
Entrevista a Tom Uzhunnail, SDB, misionero salesiano secuestrado en Yemen. Por Jesús Bastante y Cameron Doody en Religión Digital
"Yo ya he perdonado a mis secuestradores. Rezo por ellos cada día". El salesiano indio Tom Uzhunnalil
vivió secuestrado por terroristas islámicos en Yemen durante 18 meses.
"Tuve suerte", afirma con una tímida sonrisa: cuatro monjas de la
congregación de Teresa de Calcuta fueron asesinadas delante de sus ojos.
Un año después, el religioso se encuentra de visita en nuestro país, invitado por Misiones Salesianas.
"El mundo no necesita más ojo por ojo, más pistola por pistola, el
perdón es la mayor arma que existe", subraya el padre Tom, que pese al
sufrimiento vivido no tiene dudas: "Volveré a Yemen". Hablamos con él.
¿Qué recuerda del día de su secuestro?
Estaba en Adén. Era viernes. Estaba en la capilla, dando una
bendición, y escuché un ruido en el patio.
Estaba acostumbrado a ruidos fuertes. Salí de la capilla, me encontré con
un hombre armado. Le dije en árabe: 'Soy indio'. No me habló, me indicó
que me sentara en una silla. Había un hombre junto a mí, y le
dispararon. Sacaron a otro joven de la casa, y también le dispararon.
Ambos murieron. Ví cómo sacaban a unas monjas con las manos atadas y las
metían en un camión. Ví cómo disparaban. Murieron con las manos atadas.
Después, me subieron al maletero del coche. Allí me vendaron los ojos,
me llevaron a una casa. Recuerdo que escuchaba a los niños, fuera,
jugando.
¿Quién le secuestró?
No lo sé, no sé si fue el ISIS, Al Qaeda u otro grupo. Sólo sé que
eran árabes, que formaban parte de un grupo fundamentalista islámico.
Pero a mí no me hicieron daño, supongo porque hubo mucha gente que rezó
por mí. Hoy, rezo por todos, incluso por los que me secuestraron. Cada
día.
¿Ha conseguido perdonarlos?
Sí, he perdonado a los que me secuestraron.
¿Temió por su vida?
No, nunca sentí miedo. Gracias a la oración y al hecho de que habían
matado a las monjas, y a otra gente durante esos meses, pero a mí no me
tocaron nunca. Yo rezaba todos los días. Tenía mucho tiempo para rezar,
porque todo el rato estaba solo, no podía salir ni mirar por la ventana,
aunque sí escuchaba los sonidos de la guerra. Recuerdo que rezaba a
Dios diciéndole 'Si es tu voluntad que muera, lo acepto'. Mi fe no se
debilitó, y aunque no tenía pan ni vino, celebraba espiritualmente la
misa todos los días. Rezaba el rosario, las estaciones del Vía Crucis...
Dice que no le hicieron daño. ¿Cómo fue el trato durante estos 18 meses?
El primer día me ataron las manos y los pies. Pero siempre me dieron
comida y ropa. A los pocos
días, tuve que grabar varios vídeos dirigidos
al Papa, al obispo (Paul Hinder, responsable de la península Arábiga) y
a las autoridades indias para que me rescataran. Durante los meses que
estuve secuestrado, me cambiaron varias veces de sitio. No estuve en
ninguna cárcel, sino en distintas casas de distintas habitaciones, sin
ventanas, sin ver a nadie más que a los secuestradores.
¿Cómo fue su relación con sus secuestradores?
Prácticamente no hablábamos, porque ellos lo hacían en árabe y yo en
inglés. Sólo hablábamos de cosas básicas, qué tal has dormido, si tenía
hambre, cosas así. No me hicieron daño, nunca me pegaron. Me dieron
comida, la misma que ellos, incluso durante el Ramadán me dieron comida
aunque ellos no comieran. Enfermé dos veces: una vez tuve fiebre, y me
dieron paracetamol. Soy diabético, y no tuve insulina, pero estoy bien.
¿Cuándo supo que lo iban a liberar?
Dos días antes, cuando me dijeron 'Tom, buenas noticias para ti'. Me
colocaron un burka y me llevaron en coche a otro lugar, pero al final se
echaron marcha atrás. Al día siguiente me vendaron los ojos, me
subieron a otro coche, y viajamos durante horas. Me enseñaron una foto
mía en un móvil y me preguntaron si era yo. A la madrugada siguiente, me
liberaron en Omán.
¿Alguien pagó dinero por su rescate?
No lo sé. Hasta donde yo sé, nunca me dijeron que iban a pedir dinero, no sé si hubo negociaciones con el Papa, el obispo y el Gobierno indio, pero yo jamás supe si habían pagado por mi liberación. Creo, sinceramente, que mi liberación se debe a las oraciones de personas en todo el mundo.
No lo sé. Hasta donde yo sé, nunca me dijeron que iban a pedir dinero, no sé si hubo negociaciones con el Papa, el obispo y el Gobierno indio, pero yo jamás supe si habían pagado por mi liberación. Creo, sinceramente, que mi liberación se debe a las oraciones de personas en todo el mundo.
Nada más ser liberado, fue recibido por el Papa en Roma...
¡Sí! Recuerdo que no paraba de llorar. Me arrodillé y le besé los pies. Él me levantó y me besó las manos. Fue muy emocionante.
Tras su experiencia, ¿cree que es posible la convivencia, el dialogo, entre cristianos y musulmanes?
Creo que sí, aunque el Gobierno de Yemen no nos permitía predicar a
las masas, sí atender a los cristianos que viven en el país, y nos
protegía. De hecho, tanto las monjas como yo teníamos protección: las
personas que cuidaban de nosotros fueron asesinados.
¿Volverá a Yemen?
Si el Señor lo quiere, volveré. No tengo miedo. Pero la guerra sigue.
Hay siete monjas allí, y desde que me secuestraron, ningún cura. Todo
está destrozado. Los terroristas se aprovecharon de la guerra para hacer
lo que hicieron.
¿Qué puede aportar su testimonio a los cristianos que viven en lugares donde son perseguidos por su religión?
Nada pasa en la vida sin que Dios lo permita. Hubo gente en todo el
mundo que rezó por mi. La oración es el arma más poderosa. Yo no tuve la
suerte de ser mártir, como las otras religiosas, y creo que Dios me ha
dejado vivir para compartir este mensaje con el mundo. Hay que perdonar
al enemigo y rezar por él. El mundo no necesita más ojo por ojo, pistola
por pistola. Necesitamos paz, perdón y perdonar. Eso traerá más paz al
mundo.
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